"Trato de defender a los refugiados dándoles voz e intentando que se respeten sus derechos", Nuria Ferré
Nuria Ferré Trad es responsable de incidencia pública en la oficina regional del JRS - Oriente Medio. Madrileña, estudió Derecho y ADE en la Universidad Pontifica de Comillas y, desde 2017, trabaja en el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) en Oriente Medio.
¿Cómo conociste al JRS?
Estudié en un colegio de jesuitas y a menudo nos hablaban de las obras sociales de la Compañía de Jesús. En muchas ocasiones venían personas que habían pasado por distintos proyectos del Servicio Jesuita a Refugiados para compartirnos su testimonio. Así es como empecé a interesarme por el trabajo que hacía esta organización.
¿Cómo fue la decisión de trabajar con JRS en Líbano?
En el verano de 2015 hice un voluntariado en uno de los proyectos del JRS en Beirut. Intenté ayudar en lo que pude, pero, sobre todo, lo que hice fue aprender mucho de toda la gente que me rodeaba: docentes, trabajadores sociales, personas y familias en situación de vulnerabilidad, etc. Por otro lado, por circunstancias familiares, conozco bien el país y, viendo cómo estaba afectando la crisis siria a Líbano, decidí intentar trabajar con el JRS.
¿En qué consiste tu labor?
Trato de defender a los refugiados dándoles voz e intentando que se respeten sus derechos. Trabajo en la oficina regional y tenemos proyectos en Siria, Irak, Jordania y Líbano. En cada país el contexto y las necesidades varían. El trabajo de advocacy (incidencia pública) está muy centrado en transmitir información adquirida de escuchar directamente a las personas afectadas por el conflicto.
¿En qué regiones se desarrolla la labor del JRS en Líbano? ¿Qué tipo de trabajo se realiza en cada uno de los enclaves?
En Líbano tenemos proyectos en el Valle de la Bekaa (en las ciudades de Baalbek y Bar Elias), en Beirut (en el barrio de Bourj Hammoud) y en Jbeil. Tenemos proyectos de educación con colegios en los que se proporciona enseñanza formal y no formal, proyectos de atención psicosocial, así como acompañamiento a través de visitas a las familias y también centros sociales con sesiones de formación para adultos. Atendemos principalmente a refugiados urbanos, pero en Bar Elias servimos también a las personas que viven en los asentamientos informales.
¿Cuáles son los principales obstáculos a los que se enfrenta el JRS a la hora de desarrollar su tarea en Líbano? ¿Cómo los superáis?
Líbano es un país con capacidades limitadas y que ha hecho un gran esfuerzo por acoger a todas las personas refugiadas (son cerca de un millón y medio). Pese a ello, existe aún mucho rechazo por parte de la sociedad libanesa, por motivos históricos, culturales o políticos. Esto puede llegar a veces a obstaculizar nuestro trabajo. Por otro lado, tras siete años de guerra, la financiación está disminuyendo lo que hace que exista el riesgo constante de tener que cerrar proyectos y, por lo tanto, dejar de atender a muchas personas. Tanto las personas libanesas como las personas sirias tienen una gran capacidad de resiliencia que es la que nos ayuda a superar los obstáculos y a seguir con el trabajo diario.
¿A cuánta gente beneficia el trabajo del JRS en Líbano?
Atendemos a unas 10.000 personas aproximadamente.
¿Qué fue lo que obligó a esas personas a huir de sus hogares?
La guerra. Lo han perdido absolutamente todo.
¿Cómo es su vida en Líbano? ¿Dónde viven? ¿Pueden trabajar? ¿Cómo consiguen los medios para alimentación, educación, higiene, etc.?
Líbano no es firmante de la Convención de Ginebra de 1951 y su relación histórica con los refugiados no ha sido nada fácil. La gran mayoría de personas refugiadas están en situación irregular. El Gobierno ha dejado muy claro que Líbano no es un país en el que los refugiados puedan instalarse a largo plazo, por lo que no existe -ni existirá- integración local, una de las tres soluciones duraderas que establece el derecho internacional de asilo. Las personas refugiadas sirias únicamente pueden trabajar de manera legal en tres sectores: construcción, agricultura y medio ambiente. Así que la mayoría de ellos terminan trabajando de manera ilegal con todos los riesgos que ello implica. Resulta muy complicado que consigan ingresos y la vida en Líbano es muy cara. Por ejemplo, los refugiados urbanos pagan una media de 300$ por pisos con una única habitación compartida a veces por más de una familia y en una situación muy precaria. Los refugiados que viven en los asentamientos informales también han de pagar una media de 100$ por las tiendas que también comparten entre varias familias.
¿A qué futuro pueden aspirar estas personas? ¿Pueden regresar a sus países de origen? ¿Pueden rehacer su vida en Líbano? ¿Prefieren continuar su viaje a otro destino?
Todas estas personas no pueden regresar a Siria. El conflicto todavía no ha terminado y las condiciones para un retorno voluntario, seguro y digno todavía no se cumplen. Muchas de las familias a las que atendemos nos cuentan que tienen algún familiar en países como Canadá, Australia o Alemania, pero para ellos resulta casi imposible conseguir un visado. Existen muchas trabas burocráticas (procedimientos muy largos, dificultad de acceso a la información, etc.) para la petición de visados o para acceder al reasentamiento, lo que hace que muchos de ellos, pese a querer reunirse con sus familiares, finalmente acaben por rendirse debido a las dificultades que encuentran.
¿Qué te gusta de tu trabajo? ¿Qué aspectos te aportan esperanza y cuáles te resultan más retadores?
Lo que más me gusta sin duda es visitar los proyectos, escuchar a la gente que trabaja en ellos y a las personas que viven allí. Ver la resiliencia de todas estas personas es lo más inspirador y lo que me aporta más esperanza, pese a todo. Me parece que tenemos mucho que aprender de ellos. Lo que me resulta más retador es la dificultad de ver los resultados del trabajo de advocacy, ya que es un trabajo muy a largo plazo y en muchas ocasiones con muchas barreras.