La historia de huida y refugio de la familia Mabiala
- Uganda
La familia Mabiala llegó a Uganda en 2013 huyendo de la guerra en su país, República Democrática del Congo (RDC). Hasta ahora, el conflicto ha dejado más de 800.000 personas refugiadas y 5 millones de personas desplazadas internamente que, como ellos, se han visto obligadas a abandonar sus hogares y emprender un difícil camino empujadas por el conflicto que asola el país desde hace más de una década.
El desplazamiento masivo en República Democrática del Congo tiene su origen en la violencia provocada por el enfrentamiento entre grupos armados, cuya principal estrategia es la desestructuración de la comunidad con ataques sistemáticos a la población y la violación de mujeres y niñas. Además de esto, el conflicto intercomunitario por el control de la tierra y los recursos naturales constituyen otro motivo de desplazamiento. En Kivu Norte se hallan los principales yacimientos de diamantes y minerales del país (el 80% de las reservas de coltán, mineral utilizado en la fabricación de aparatos tecnológicos).
Rosine*, la madre de la familia, nos recibe en su pequeña casa en Kampala, la capital ugandesa. Unos minutos más tarde aparece su marido, Jean. Camina muy lentamente y se acomoda con dificultad en el sofá por las secuelas físicas que acarrea desde su traumática huida del país. Mientras, sus 5 hijos corretean por el salón. Rosine nos los presenta. “Antes eran seis”, aclara con profunda tristeza. Su hijo Christiano, de 8 años, desapareció en 2008 en el ataque perpetrado a su casa en Kivu Norte (R.D. Congo). Nunca más volvieron a tener noticias suyas.
La familia Mabiala en su casa en Kampala, Uganda. © Laura Lora/Entreculturas
Antes de dejar su país, Jean trabajaba como comerciante en la frontera entre R.D. Congo y Ruanda, por lo que, cuando el conflicto estalló, le acusaron de espionaje por sus continuos viajes. Jean y Rosine recuerdan perfectamente la noche en la que los rebeldes fueron a buscarlo a su casa durante la madrugada. A él lo golpearon una y otra vez, mientras varios hombres violaban a Rosine en la misma habitación. La dejaron inconsciente, en el suelo y se llevaron a Jean en un coche.
“Creo que pasé un par de días con ellos, encerrado en un zulo. El segundo día, durante la noche, atacaron el lugar donde nos encontrábamos, aproveché la confusión para intentar huir. Corrí durante horas, malherido y en medio de la nada, hasta que llegué a lo que parecía un pueblo”, cuenta Jean. Durante varias semanas, durmió en la calle y comió lo poco que encontraba o lo que la gente le ofrecía, hasta que un hombre se apiadó de él y decidió ayudarlo y llevarlo a su casa mientras su estado de salud mejoraba. “No sabía nada de mi mujer, si estaba viva o muerta desde aquella noche en la que nos separaron y la dejé inconsciente en el suelo. Un día, milagrosamente, un antiguo conocido vino a verme, me dijo que creía haber visto a mi mujer en Goma, vendiendo en el mercado”.
Así fue como Jean comenzó la búsqueda de su mujer. Fueron unas semanas difíciles, ya que, debido a su delicada salud, no podía casi andar y viajar a Goma parecía imposible. En cuanto mejoró, emprendió su viaje a la capital de R.D. Congo y, con ayuda de algunos amigos y familiares, logró averiguar dónde se encontraba Rosine tres meses después de que se separaran aquella fatídica noche en su casa de Kivu Norte.
“Ese día, en el mercado de Goma, pude verla entre la gente, a lo lejos. Me acerqué rápidamente, ella me miró y los dos comenzamos a llorar. Hacía más de tres meses desde que nos separamos, fue un momento realmente emocionante”.
Entre tanto, Rosine había pasado dos meses en el hospital, sometiéndose a numerosas operaciones para salvar su vida, ya que las violaciones que sufrió aquella noche la dejaron inconsciente durante un mes. Según ACNUR, solo en 2019, más de 6.200 incidentes de violencia sexual fueron reportados de enero a septiembre en R.D. Congo.
“Los doctores me contaron que tardé un mes en recobrar el sentido. Ahora tengo varios problemas: sufro fuertes sangrados diarios y problemas psicológicos”, nos cuenta mientras sujeta en la mano una foto suya en la camilla del hospital en el que se recuperó.
Pero el camino de la familia Mabiala no acabaría ahí: sus caminos volverían a separarse. Tras su reencuentro, decidieron trasladarse al pueblo de Burgama (R.D. Congo), donde nacieron sus dos hijos menores. En 2013, sufrieron un nuevo ataque y, esta vez, estuvieron separados durante 6 meses hasta que pudieron reencontrarse en Uganda y lograr su estatus de personas refugiadas.
Uganda es uno de los primeros países del mundo en lo que a acogida se refiere: alberga a más de un millón de personas refugiadas de países vecinos como República Centroafricana, Burundi o Sudán del Sur.
Actualmente, Rosine, Jean y sus cinco hijos reciben el apoyo de Entreculturas y el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS). Nuestra labor en Uganda se centra en proporcionar a las personas refugiadas asistencia psicológica, apoyo educativo y la cobertura de sus necesidades básicas, como asistencia médica y alimentaria.
Son muchas las personas que, como la familia Mabiala, han tenido que dejar todo atrás y se encuentran en situación de máxima vulnerabilidad. Desde la red de proyectos de Hospitalidad, que llevamos a cabo las obras sociales de la Compañía de Jesús, seguimos acompañándolas, ofreciéndoles refugio, oportunidades y esperanza en estos momentos complejos de crisis.
* Todos los nombres de las personas han sido modificados para proteger su identidad.