Acto de calle de la Red Solidaria de Jóvenes del SAFA Jerez

En septiembre de 2012, Entreculturas presentó la Silla Roja, un asiento vacío que alerta de todos esos niños y niñas en el mundo que ven privado su derecho a la educación. Actualmente 250 millones ven vulnerado su derecho a recibir una educación de calidad bien porque no tienen acceso a la escuela - es el caso de 58 millones - bien porque la abandonan tempranamente o porque la calidad es deficiente.

Esta situación es generadora de pobreza y desigualdad. Una desigualdad que cada vez va en aumento. El 8% de la población más rica del mundo gana el 50% del total de los ingresos a nivel mundial, mientras que el 92% comparte el restante 50%. Cerca de 1.300 millones de personas viven con menos de 1 dólar al día. La desigualdad tiene consecuencias devastadoras en la educación: 175 millones de jóvenes de países de ingresos bajos y medio-bajos son incapaces de leer toda una oración o parte de ella.

 

 

Pero no solo la desigualdad genera inequidad en el acceso a la educación, también ocurre en sentido contrario, la ausencia de educación o una educación de baja calidad es generadora de pobreza y desigualdad. Los colectivos más vulnerables que con más facilidad son arrastrados a este círculo de pobreza e inequidad en el acceso a la educación son las niñas y mujeres, los niños, niñas y jóvenes que residen en zonas rurales, aquellos/as pertenecientes a minorías étnicas, niños y niñas trabajadores, los niños y niñas con discapacidades y los niños y niñas que viven en países afectados por conflictos armados, en situación de refugio, desplazamiento o migración. Asimismo, más de 770 millones de personas adultas en el mundo son aún analfabetas; dos tercios son mujeres. Cuando dos o más factores de exclusión se juntan, las condiciones pueden ser especialmente dramáticas.

 

 

 

Entreculturas considera fundamental impulsar una educación para el desarrollo que fomente la conciencia de ciudadanía global. El evento finalizaba con una foto grupal en una silla roja donde podían sentarse varios niños y niñas, como símbolo, de que en la educación, cabemos todos y todas.