Camboya: educación en pueblos remotos

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Daniel Villanueva SJ, Director General de Entreculturas, ha viajado a Camboya en este mes de julio para visitar la Prefectura Apostólica de Battambang, donde el equipo de Educación en Pueblos Remotos (también conocido como “Obrum”, que significa “educación” en camboyano), coordinado por Msgr. Kike Figaredo, cuenta con 17 colegios en zonas remotas del noroeste del país.

El equipo nació de otro proyecto de la Prefectura llamado “Outreach”, conocido por su ayuda a las personas con diversidad funcional dentro de la Provincia de Battambang. Muchas de estas personas procedían de zonas muy remotas y muy empobrecidas del país, por lo que los niños y niñas no acudían a la escuela. En la actualidad, las 17 escuelas de Obrum cuentan con 60 docentes y atienden a cerca de 1.600 estudiantes de primaria y secundaria.

La visita coincidió con el primer viaje del P. General Arturo Sosa SJ a Camboya. El equipo tuvo la oportunidad de compartir impresiones con él, quien habló del valor de Fe y Alegría como red y movimiento educativo global, y destacó la extraordinaria oportunidad que Fe y Alegría tiene para aportar a la misión educativa en la región.

Daniel Villanueva nos cuenta su viaje en primera persona.


 
¿Cuál es la labor que Kike Figaredo y su equipo llevan a cabo en Camboya? ¿Qué tipo de proyectos desarrollan? 

Aunque mi viaje estaba orientado al trabajo con más actores educativos en Camboya, gran parte se centró en los proyectos en la provincia de Battambang que desde el año 2000 están siendo liderados por nuestro compañero jesuita Kike Figaredo. Es un privilegio poder acercarse a ver los frutos de 17 años de trabajo y ser testigo de la diversidad y amplitud de las obras sociales de la Prefectura. 

Su principal labor se centra en torno al acompañamiento e integración de personas con discapacidades físicas e intelectuales, concretadas en líneas de acción que incluyen tres centros de acogida de menores, acompañamiento a una red de 17 escuelas, dos centros de tejido, una factoría de producción textil y un restaurante. También tienen un interesante entramado de becas y apoyos para construcción de viviendas, siempre focalizados en personas con discapacidad y sus familias.
 

¿Cuáles son los principales retos y necesidades que enfrenta el país? 

La reciente historia de Camboya incluye 30 años de conflicto que ha dejado enormes secuelas en la población. La más notable es la cantidad de accidentes de minas antipersona y explosivos que, desde el año 1979, han dejado más de 45.000 heridos con algún tipo de minusvalía. Aunque el volumen de accidentes está disminuyendo y el país está siendo progresivamente desminado, ahora es clave la integración y capacitación de esta población. 

A su vez, con un  65% de la sociedad camboyana con menos de 30 años, la educación se vislumbra como la estrategia fundamental para el desarrollo y cohesión social del país. Son muchos los actores que en los últimos años están uniendo sus fuerzas para garantizar el acceso y la calidad de la educación pública, especialmente en zonas rurales, donde habita un 80% de la población. Desde mi perspectiva, el principal reto es el fortalecimiento de las instituciones que proveen los servicios educativos - especialmente las redes de zonas rurales - y la progresiva definición de un modelo educativo acorde a las necesidades sociales de los ciudadanos de Camboya. Es un debate y una propuesta que solo puede venir del diálogo interno de los actores educativos y gubernamentales locales, y donde ojalá encontremos el modo de ofrecer el apoyo y el acompañamiento que hemos logrado en otras zonas del mundo.
 

¿En qué se expresa la historia de la Compañía de Jesús en Camboya? 

La Compañía de Jesús en Camboya está muy marcada por el trabajo del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS), que llega al país en el año 90, tras más de 10 años de trabajo con población camboyana en los campos de refugiados de Tailandia. Es muy inspirador ver una región de los jesuitas que ha ido tomando forma a partir de la misión inicial del JRS, y cómo en la actualidad su foco está ligado a la educación y al acompañamiento de los más vulnerables en el país. En la actualidad, Camboya es una región vinculada a la Provincia jesuita de Corea, y nuestro trabajo aquí aún depende mucho de la solidaridad y ayudas internacionales. Por eso llevamos años apoyando la labor educativa en las zonas de frontera y esta visita era tan importante para estudiar cómo seguir dando pasos.
 

El Padre General, Arturo Sosa, estaba también de visita en el país. ¿Tuvisteis la oportunidad de compartir impresiones con él y de visitar algún proyecto juntos?

Planificamos la visita sabiendo que los dos últimos días coincidía con Arturo Sosa en Siem Riep. Se trató de su primera estancia en el país y lo vimos como una oportunidad para encontrar juntos a los actores jesuitas de Camboya, y poder participar en los diálogos y la proyección estratégica que siempre se da en una región cuando es visitada por el Padre General. Como anécdota, visitamos juntos varios templos budistas, pero lo más interesante fueron las discusiones sobre Fe y Alegría como modelo de trabajo en red internacional. Junto con el General y el equipo camboyano, dialogamos largo sobre las ventajas de pertenecer a nuestro movimiento internacional.


¿Qué escuelas y proyectos visitaste durante el viaje? ¿Cuáles son los principales logros y el impacto de estos centros en la zona? 

Mi visita se centró principalmente en las escuelas apoyadas por la Prefectura en Battambang, en algunas de las zonas rurales más castigadas durante la guerra. En concreto, pude conocer los colegios de Ratanak Mondol, Pheas, Tahen, Pursat y Poipet, que son apoyados por el equipo de Obrum a través de acompañamiento pedagógico y material a profesores y alumnos, así como ayudas en mantenimiento y reconstrucción de infraestructuras. También fue importante la visita al Xavier School de Sisophon donde, desde hace cuatro años, se está construyendo un gran centro educativo comunitario que esperamos pueda ser un lugar de formación de profesorado para el resto de las red de escuelas. 

Vuelvo muy ilusionado con el trabajo de acompañamiento a unidades educativas en lugares remotos y en condiciones de gran vulnerabilidad, donde se está logrando que, además de espacios educativos de mayor calidad, exista un número significativo de personas con discapacidades físicas que están logrando una escolaridad normalizada.
 

A nivel personal, ¿qué ha supuesto para ti la visita?

Tengo que admitir que ha sido un viaje muy especial para mí ya que, desde hace años, mis viajes suelen estar más centrados en diálogos institucionales que en visitas a los proyectos concretos: más políticos que de terreno. Esta semana en Camboya ha supuesto una preciosa oportunidad para el diálogo directo con maestros, maestras y estudiantes, así como con los equipos de educación. 

Me quedan grabadas conversaciones con los profesores de Pursat entusiasmados ante la inauguración de cinco nuevas aulas de cemento que no se estropearán con las próximas lluvias; la salida de clase de los chavales con discapacidades físicas en Tahen jugando al fútbol y bailando con una dignidad que sobrecoge; la sonrisa de Thieré, recién licenciado en filología inglesa, orgulloso mientras da clase a jóvenes rescatados de la calle como lo fue él hace 20 años. Volver al aula significa para mí retomar el pulso a la razón de nuestro trabajo, ser testigo del verdadero impacto de nuestra acción y comprobar de nuevo cómo la educación en frontera es una estrategia inmejorable para la dignidad personal y el cambio social.

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