Nicaragua, protegiendo a las niñas de la violencia sexual

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Como en la mayor parte del mundo, las desigualdades en Nicaragua afectan principalmente a las mujeres. De hecho, ellas son las principales víctimas de la pobreza y la violencia en el entorno familiar. 

En el país centroamericano, con un alto porcentaje de población joven (el 41% de sus habitantes tiene menos de 18 años), seis de cada diez niños, niñas y adolescentes viven en hogares pobres. Los hogares nicaragüenses tienen una media de 5 miembros (con un grado elevado de abandono paterno del hogar). Este contexto obliga a que el 31% de la población menor de 18 años trabaje. El índice de pobreza del país y la falta de presupuesto para implementar las políticas públicas provocan la desprotección de la niñez y la adolescencia. 


Nicaragua no escapa a la cultura de violencia que domina Centroamérica, una violencia especialmente ejercida contra las mujeres. A pesar del avance que supuso la entrada en vigor en junio de 2012 de la Ley Integral contra la Violencia hacia las Mujeres, en el año 2015 se registraron 53 feminicidios en el país. En este contexto destaca el alto número de casos de violencia contra niñas, adolescentes y mujeres jóvenes en Managua, la capital, ya que 8 de cada 10 mujeres víctimas de agresiones sexuales son niñas y adolescentes.  

Una tercera parte de las mujeres nicaragüenses confirman que su primera relación sexual ha sido forzada, y un 40% de las mujeres han experimentado violencia sexual por parte de su pareja. Dentro de las familias la violencia adquiere diversas formas y expresiones, pero las más habituales son la negligencia en el cuidado, el maltrato verbal y físico, la explotación económica a través del trabajo infantil y, en el caso de las niñas, los abusos y la explotación sexual ejercida por familiares cercanos. 

A pesar de las estimaciones realizadas por organismos oficiales y asociaciones de defensa de los derechos de las mujeres, la violencia ejercida contra las niñas y adolescentes podría ser incluso mayor, debido a que en muchos lugares, especialmente en las comunidades alejadas de los núcleos urbanos, las víctimas se enfrentan a una situación de total indefensión y en muchos casos no pueden denunciar a sus agresores por ser miembros de su entorno o incluso de su familia. 

Esta cultura de la violencia se reproduce también en la escuela con prácticas excluyentes, autoritarias y discriminatorias frente a las niñas, así como en la sociedad mediante imposiciones de roles asignados al género.

Educación, salud y apoyo psicológico

En Nicaragua, Entreculturas comparte una larga tradición de trabajo con las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs), una institución que desde hace exactamente 50 años trabaja en barrios marginales de Managua y que cuenta con una amplia experiencia en temas de prevención y protección de niñas, jóvenes y mujeres en riesgo de exclusión social, víctimas de violencia sexual o intrafamiliar, trabajo infantil y abandono.

Gracias a la aportación económica de muchos de nuestros socios y socias, desde 2002 Entreculturas apoya pequeños proyectos desarrollados por las CEBs con ese objetivo de proteger y defender los derechos de un colectivo tan numeroso como vulnerable. En la actualidad, la acción que tenemos en marcha se desarrolla en 11 barrios desfavorecidos dela Ciudad de Managua y Ciudad Sandino.Esta iniciativa (que se inserta dentro del “Fondo LUZ de las NIÑAS” de Entreculturas) busca ofrecer una atención integral a 78 niñas y adolescentes de entre 8 y 17 años en situación de alto riesgo, víctimas de violencia sexual y familiar y/o menores trabajadoras.


Para ello el trabajo se centra en tres ejes:

  • Facilitar el acceso y la permanencia de estas niñas y adolescentes al sistema educativo a través de becas en las distintas etapas educativas; promover talleresde formación técnica para las adolescentes;acompañar a los equipos docentes y directivos de los centros en sus esfuerzos por la protección y la equidad de género y fomentar la realización de actividades de ocio y tiempo libre.
  • Garantizar la seguridad alimentaria y la salud de las niñas y adolescentes víctimas de violencia a través de una atención médica adecuada, de acuerdo con las necesidades de cada una de ellas. Asimismo se incluyen actividades formativas sobre prevención de enfermedades.
  • Y, en tercer lugar, ofrecer una atención psicosocial tanto a las niñas y adolescentes como a sus familias. Mediante un trabajo individual y en grupo, se busca mejorar su estabilidad emocional, fortalecer su autoestima y desarrollar sus competencias sociales. 


Entrevista a Maria Lourdes Tijerino, Directora de CEBs

¿Cuál es la situación en Nicaragua en relación a la violencia de género? ¿Es una tendencia que aumenta o disminuye? 

En estos momentos, la violencia de género en cualquiera de sus diferentes formas tiene una tendencia hacia el aumento.
Solo en 2014, un total de 14.600 víctimas de violencia fueron remitidas a los tribunales y se confirmó que una de las causas más importantes de la violencia de género es la sumisión afectiva de la mujer a su pareja masculina (que, a su vez, es el factor de mayor peso en la impunidad del hombre que maltrata a su mujer). 
Unido a todo esto, actualmente hay una involución en cuanto al seguimiento de los casos de violencia, bien porque muchas mujeres que sufren violencia no denuncian o bien porque, aunque acudan a las consejeras de sus barrios y sus casos ameriten una investigación policial, son resueltos por las delegadas del Ministerio de la Familia  en contra de los intereses de las víctimas, quienes son obligadas a arreglarse con el agresor.

¿A cuántas niñas, jóvenes y mujeres estáis atendiendo este año en el total de proyectos de las CEBs?

En total, entre todos los proyectos, estaremos acompañando a más de 700 niñas, jóvenes y mujeres.


¿Cuál es el tipo de violencia que más se repite en los casos de todas las personas a las que atendéis (abuso sexual, violencia de género intrafamiliar, violencia verbal...)?

En los procesos de atención que brindamos a las niñas, adolescentes y mujeres, los tipos de violencia que con mayor frecuencia se repiten son la violencia intrafamiliar (maltrato físico y verbal) y violencia sexual, que mayormente la sufren en el ámbito de la familia. 
En la escuela algunas de las niñas y adolescentes atendidas viven discriminación por su condición de género por parte de sus pares, debido a su forma de ser, vestuario, apariencia física, zona de residencia o condición económica; la violencia sexista a través de frases descalificativas de la forma del cuerpo, comentarios sexualizados y acoso sexual (para forzar relaciones sexuales). 


En el caso de mujeres en situación pública de prostitución que atendemos en uno de nuestros proyectos, ellas son tratadas muy mal en los espacios públicos, al igual que en su familia, ya que existe rechazo, humillación y muchas de ellas son expulsadas de las viviendas; reciben ofensas que dañan su dignidad, son culpabilizadas, abandonadas y dejadas solas a su suerte. En la comunidad y barrio donde ellas viven generalmente la gente no sabe a qué se dedican, pero cuando se enteran las maltratan públicamente, las ofenden a ellas y a sus hijos e hijas; denigrándolas, marginándolas y rechazándolas. Muchas veces estas mujeres migran a otros barrios por su seguridad y la de sus hijos.
 

A tu juicio, ¿qué es lo que más ayuda a las niñas, mujeres o jóvenes que han padecido violencia de género? 

Lo que más ayuda a las niñas y a las mujeres es saber que cuentan con un espacio de referencia donde pueden primeramente ser escuchadas, apoyadas y atendidas, algo que en CEB hemos hecho desde hace más de veinte años. Lo importante es que reciban una atención integral, desde el respeto, y una atención coordinada entre los responsables actores de su vida (familia, docentes, profesionales de la salud, instituciones oficiales, etc.).


Esas niñas, jóvenes y mujeres, ¿logran superar los traumas y rehacer su vida? 

En CEBs tratamos de que recuperen lo antes posible la estabilidad y la normalidad. Las acompañamos en su proceso de recuperación emocional de forma individual y grupal. El objetivo es promover el reconocimiento de sus recursos internos, sus potencialidades y habilidades, para que puedan ellas mismas reconstituir su vida y pensar en su propio proyecto de futuro. Recuperan la esperanza y la confianza, como una luz que les alumbra un nuevo caminar, sintiéndose personas con dignidad a pesar de lo sucedido. 

¿Cuál es la historia más esperanzadora con la que te has topado a lo largo de tus años de trabajo en las CEBs?

Hay muchas historias de vida esperanzadoras. Todas me generan esperanza en cada momento que comparto con ellos y ellas, me han enseñado a ser una mejor persona y una mejor mujer…Aunque recuerdo especialmente el caso de una adolescente de 13 años que fue violada por su progenitor. Cuando la adolescente le reveló a su madre el hecho del que había sido víctima por su padre, ésta la creyó, la protegió y procedió a denunciar a su cónyuge. Actualmente el padre está condenado y guarda prisión en el Sistema Penitenciario Nicaragüense.

La situación de esta adolescente fue remitida a las CEBs por la directora del centro escolar donde estudiaba y que conocía nuestra labor. Dijo que la habían encontrado en el lavabo autolesionándose, producto de la violencia vivida y de la presión que estaba sufriendo por parte de otros miembros de su familia como su hermana menor, que la culpabilizaba de que su padre estuviera en prisión. 

La adolescente fue integrada en el proceso de atención integral que brinda CEB-Samaritanas, así como su hermana y su madre. Actualmente esta adolescente ha logrado finalizar su secundaria y va a iniciar una carrera técnica que le permita incorporarse al mercado de trabajo.

Esta experiencia de vida que está siendo acompañada desde las CEBs ha sido posible gracias a la activación coordinada de varios factores protectores: la mamá, la directora del centro educativo, las compañeras del aula y todo el personal del CEB-Samaritanas. Eso ha sido fundamental.