Otro paso atrás en la crisis de solidaridad europea con las personas migrantes y refugiadas

Vemos con preocupación las declaraciones de Ministro del Interior con ocasión de la sesión informal del Consejo de Justicia e Interior del jueves pasado en Tallin. En sus declaraciones el Ministro insinuó que las ONG que salvan vidas en el Mediterráneo favorecen la inmigración irregular, justificó la lentitud con la que España está llevando a cabo las reubicaciones desde Grecia e Italia y mencionó la necesidad de actuar en los países de origen y tránsito de los migrantes para evitar la "presión migratoria" en el Mediterráneo.

Desde Entreculturas y con otras obras sociales de la Compañía de Jesús y en el marco de la campaña Hospitalidad trabajamos desde hace décadas con personas migrantes y refugiadas, tanto en España y otros países de Europa, como en los países de origen y tránsito. Sabemos que el deseo de vivir en libertad y con dignidad es innato a todo ser humano y cuando ello no es posible, las personas buscan moverse a zonas donde puedan conseguirlo. Intentar frenar los desplazamientos no los va a parar porque estas personas buscan libertad y dignidad, lo que está en las raíces de todo ser humano. 

Desde nuestra experiencia en trabajo de cooperación internacional al desarrollo y acción humanitaria sabemos que las razones de los flujos migratorios forzados son complejas. Entre las más significativas están los estragos producidos por la degradación medioambiental, el comercio de armas, la explotación de recursos naturales, la violencia y los Estados que fracasan en atender a su población. Estamos ante una realidad que no puede ser abordada por ningún país en solitario, tampoco Italia. La migración forzosa es una llamada a Europa para buscar una respuesta conjunta solidaria, en vez de poner los recursos y el énfasis en reforzar fronteras, levantar obstáculos para impedir las llegadas y criminalizar a quienes ayudan a estas personas sin ánimo de lucro.

Vemos a España y otros países de Europa paralizados por el miedo y el rechazo a las personas extranjeras que llegan a Europa. Pedimos al Gobierno y a nuestra sociedad que permitan desarrollar nuestra capacidad de humanidad. Creemos que nos estamos protegiendo, pero en realidad nos estamos limitando. Cuando extendemos una mano en gesto de solidaridad y hospitalidad hacia el “otro”, estamos desarrollando nuestro potencial como seres humanos y como sociedad. Todos estamos llamados a ejercer la hospitalidad en vez de la hostilidad hacia “el otro”. Como familia humana, nuestros valores fundamentales son la compasión y la solidaridad. Los refugiados y las personas migrantes que llaman a nuestra puerta en busca de un lugar seguro nos ofrecen la oportunidad de experimentarlo. Necesitamos ver y analizar la llegada de personas refugiadas y migrantes no como un problema sino como una gran oportunidad.

Uno de los aspectos más dramáticos de esta realidad y más cercano a nosotros son las travesías por el Mediterráneo. En los últimos veinte años, miles de personas han muerto en su intento de llegar a Europa y los que no fallecen en el intento, corren enormes riesgos en sus viajes. La tragedia de las muertes en el Mediterráneo  nos conmueve, nos indigna profundamente y llama a nuestro deber humano de salvar vidas. No podemos escapar a este imperativo moral básico y felicitamos y nos sentimos unidos a quienes realizan estas tareas, tanto desde la sociedad civil como desde los poderes públicos. Reducir la capacidad de búsqueda y rescate y aumentar los frenos a las llegadas no es en ningún caso la respuesta adecuada cuando hay vidas en juego.