Escuela Refugio: un lugar seguro y de libertad
Foto: JRS Libano
“Cuando voy a la escuela es como si estuviera en otro mundo, un lugar hermoso y maravilloso. Allí, mis maestras y amigas me ayudan a olvidar la tristeza y el enfado por la guerra”. Este es el significado más puro que le otorga a la escuela Gharam, una adolescente siria que llegó a Líbano huyendo de la guerra en su país.
Tanto para Gharam como para los más de 7 millones de niños, niñas y adolescentes refugiados en edad escolar en el mundo, la escuela representa, además del punto de partida para construir un futuro a través de la educación, un espacio seguro que les aleja de la violencia y las desigualdades.
El contexto de la infancia que vive en situación de desplazamiento forzoso supone una serie de hechos que marcan de por vida: la pérdida del hogar, de la familia; la violencia en distintos niveles, algunos inimaginables; el riesgo de sufrir abusos, explotación, tráfico y hasta el reclutamiento militar son solo algunas de las heridas que, dentro de las escuelas, logran sanar. A ello se ha sumado una pandemia que ha agudizado la vulnerabilidad de estos niños y niñas.
El COVID-19 ha provocado una crisis sanitaria y social a todos los niveles y uno de los aspectos que más nos preocupan desde Entreculturas, es el de la educación y el de ese espacio seguro que dignifica: la escuela. Un espacio que se vio obligado a cerrar sus puertas en más 180 países para no poner en riesgo la salud de sus alumnos, alumnas y docentes, lo que está acarreando consecuencias graves en la vida de los niños y niñas refugiados. Se dificulta mucho que puedan continuar formándose; afecta a su alimentación diaria, ya que muchos menores realizan la comida fuerte del día en la escuela; se obstaculiza también su acceso a agua potable; aumenta su desprotección frente a la violencia, los abusos y la explotación y, en concreto para las niñas, supone una mayor exposición a la violencia física y/o sexual y el aumento de embarazos precoces, matrimonios infantiles o mutilación genital femenina.
El colegio es un espacio físico, pero no debe dejar de estar presente y de protegerlos en cualquier circunstancia. Por eso, desde Entreculturas, junto a nuestras organizaciones socias, como el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS), trabajamos para que la escuela siga defendiéndolos, continúe a su lado.
Foto: Sergi Cámara/Entreculturas
A través de la campaña Escuela Refugio, en el marco del Día Internacional de las Personas Refugiadas, que se conmemora cada 20 de junio, queremos seguir defendiendo el derecho a la educación de la infancia y el derecho a vivir sin violencia. Por eso, ante el cierre de las escuelas, seguimos trabajando para que niños, niñas y adolescentes refugiados continúen con su educación de distintas formas: a través de la radio, el teléfono y otras plataformas como Whatsapp; y seguimos reforzando alternativas de alimentación para aliviar el fuerte golpe que deja el COVID-19.
“Como maestra, mi día empieza bien temprano por las mañanas, empiezo a preparar vídeos, notas de voz y láminas de trabajo que comparto con mis estudiantes”, afirma Virginia Moubarak, profesora de inglés y matemáticas en el Centro Nicolás Kluiters de JRS en Jbeil. “Uso muchas aplicaciones que me ayudan a escribir en la pantalla: mientras les explico doy mis comentarios al mismo tiempo”, agrega. “Así les facilito herramientas audiovisuales que cubren las necesidades de la mayor parte de los alumnos.”
Como Virginia, muchos profesores y profesoras se han visto en la obligación de dar continuidad a la educación de sus alumnos y alumnas con simples y pequeñas herramientas como un móvil o una tableta. Whatsapp ha sido fundamental en este proceso de enseñanza a distancia. También utilizan otras plataformas online en las que se cuelgan vídeos y se intercambian ejercicios entre el personal docente y el alumnado.
"Dicen que cuando hay ganas de hacer las cosas, siempre habrá un camino. La educación online no es solo el resultado del paso de una pandemia y de la necesidad de comunicación, sino que, además, también es una experiencia enriquecedora y moderna al alcance de los alumnos para que aprendan cómo usar la tecnología”, afirma Sawsan, tutora de árabe en el Centro Dar Al Hanan de JRS en Baalbek. “Independientemente de la situación de emergencia que se vive”, nos explica, “cualquier forma de aprendizaje en línea sirve para que los estudiantes y las estudiantes puedan ser autodisciplinados y aprendan a gestionar mejor el tiempo en función de su propio crecimiento, responsabilidades y habilidades de organización".
Dentro de este plan para hacerle frente a la pandemia de manera integral, para que el impacto sea menor en las familias y en los niños y niñas tras su salida del cole, continuamos con el apoyo psicosocial a través de grupos online y llamadas telefónicas y los equipos de visitas domiciliarias que tienen líneas telefónicas directas de atención. Debido a la dificultad económica que están viviendo muchas familias y a la imposibilidad de que la infancia reciba alimentación en nuestros centros escolares, estamos suministrando alimentos a más de 5.000 familias y kits de higiene para más de 800.
Del mismo modo que en Líbano, trabajamos en países como Chad, Malaui, Venezuela o Burundi, adaptándonos a la realidad de cada país, para que la escuela, aun en la distancia, sea un espacio de protección y de crecimiento para los niños y las niñas, ofreciendo educación a distancia e implementando campañas de sensibilización contra la violencia.
El cierre de las escuelas provocado por el COVID-19 amenaza con hacer retroceder los avances logrados en el acceso a la educación de millones de niños y niñas y en su protección frente a la violencia por eso necesitamos que ese lugar, el cole, que les defiende y resguarda, siga siendo un lugar invisible que les protege desde sus casas o campos de refugiados. Que les siga permitiendo acceder desde su refugio a los libros, a sus profesores y profesoras, a la alimentación, a las libertades, que les permita crecer y construir su futuro con dignidad. Porque sin escuela no hay refugio.